En estos cincuenta años de estar viendo el mundo ¿cómo se
observa hoy Koudelka?
Siempre me interesa más cómo me ven los otros. Debo decir
que la primera vez que vi juntas todas estas fotografías en Praga, advertí que
viví una época y que tuve una reacción ante ella. Todo este trabajo me dice que
soy producto de esa época y al mismo tiempo que mis fotografías fueron una
reacción a ese período que viví.
Una de sus series más famosas, cargadas de aventura y
anonimato, fue la invasión rusa en Praga. ¿Le ha interesado retratar más
sucesos bélicos?
No. Lo que hice en Checoslovaquia no fue retratar una
guerra. Una noche, una amiga me telefoneó y dijo: los rusos están aquí. Mi
primera reacción fue no creer que fuera verdad pero cuando abrí la ventana y oí
los aviones, comprendí que era cierto. Cogí la cámara, la película y salí a la
calle. Lo que retraté en Checoslovaquia fue parte de mi vida, no fotografié una
guerra sino mi país. Yo no estaba en Checoslovaquia como un reportero más;
estaba allí porque me concernían los sucesos. Nunca antes había hecho
fotografía de noticias y nunca he sido reportero.
¿Le importan sólo la gente y los paisajes que tocan aspectos
de su vida?
Me interesa fotografiar todo lo que tiene relación conmigo,
siempre y cuando se cumpla la condición que pueda captarlo con la cámara.
En México hay un pueblo en Chiapas llamado San Juan Chamula,
donde sus habitantes se niegan a ser retratados porque “les roban el alma”.
¿Qué piensa?
En Europa hay pocos grupos de personas con la misma opinión.
Te cuento: cuando regresé a mi país después de veinte años quería ver todos los
lugares donde había hecho fotografías de gitanos. Encontré algunos pero muchos
estaban muertos porque hubo mucha enfermedad. Cuando me encontré a un amigo
gitano que fotografié cuando él era niño, me dijo: “Josef, tómame una
fotografía con mi muchacho”. La tomé y me dijo “Josef, cuando regreses aquí, si
estoy muerto, ¿puedes darle la foto a mi hijo?” Como si yo fuera un monstruo
que está vivo por siempre. Cierto, la gente puede tener reacciones diferentes
frente al fotógrafo. Mi serie de los gitanos fue realizada de 1962 a 1970, en
un mundo bastante diferente al actual, donde no había tanta televisión.
Ha dicho que la serie de Praga y los gitanos han sido de
pueblos en peligro. ¿Cuáles son ahora esos pueblos en peligro?
¡El mundo entero está en peligro! Es cierto que nuestro
planeta va de mal en peor… pero eso es desde siempre. Hay cosas en el mundo que
son horribles y sin embargo hay que tratar de vivirlo bien.
¿Qué puede salvarnos?
Esa es una respuesta individual. No puedes salvarte ni
puedes dar soluciones para otros. En Checoslovaquia decimos: la cosa que es
buena para un enfermo puede ser muy peligrosa para un sano.
¿En su caso la risa es un remedio?
Yo veo cosas horribles en el mundo pero pienso que siempre
hay una esperanza. Por eso tengo mis hijos, porque sé que hay esperanza. Me
gusta mi vida, me gusta vivir y espero que a mis hijos les suceda lo mismo.
¿Cuándo sabe que un tema en su trabajo fotográfico está
concluido?
Para mí no existen los temas agotados. Lo que existe es la
repetición y esa no me interesa ni en la vida ni en la fotografía. He estado
encerrado aquí durante diez días en las salas del Museo del Palacio de Bellas
Artes y lo importante es que llego a la conclusión de que la exposición deberá
estar montada así y no de otra manera. Y aunque sea el mismo número de fotos
que en Praga, aquí resultará una exposición distinta por los espacios, las
soluciones y por lo que quiero decir.
¿Concibe sus fotos no como piezas individuales sino como
parte de un discurso?
Lo que me interesan son las fotografías individuales. Sin
embargo, si ves una secuencia o dos fotos juntas, las coloco así no por
capricho sino porque quiero decir algo, lanzar un pensamiento. Al final, lo que
digo con las fotos de los gitanos es sobre ellos, sí, pero pienso que también
de mí mismo.
¿Qué le dieron el viaje, el exilio?
Hay cosas en mi vida que no quería que sucedieran, pero
ocurrieron. Las he aceptado. Pero ¿sabes cuál es la cosa más importante que
puedes aprender de la fotografía? Que del negativo se hace el positivo. Y hay
que trasladar eso a la vida y afrontarla así. Lo importante de viajar es que
cambias de ambiente. Claro que en todos los sitios hay lo mismo pero si el
ambiente cambia, te ayuda a confrontar nueva gente y situaciones para que uno
se observe mejor. En mi vida nunca he tenido coche, ni teléfono celular, ni
televisión, porque no los necesito. Cada día escucho seis minutos de noticias
por la bbc, durante el desayuno. Para mí esto es suficiente para estar
informado.
Si no es la tv, la pintura sí es alimento para usted.
Cuando estaba en Checoslovaquia no sabía mucho de pintura y
era el peor en la clase de dibujo. Algunas personas observan cierta influencia
de la pintura en mis fotografías pero eso no es consciente. Desde que salí de
Checoslovaquia me ha interesado ver pintura en los museos y galerías. Pero ¿mis
pintores preferidos? No tengo. Siempre conservo imágenes seleccionadas que son
un todo: una obra de Piero de la Francesca, Flagelación, o Las Meninas, de
Velázquez, donde para mí todo Velázquez está allí. Finalmente sólo en
poquísimas obras existe el todo.
¿Cuando Cartier-Bresson
le sugirió “no perder el ojo” significaba no perder la capacidad de
sorprenderse, o qué?
Sí. Y también que él había visto a muchos fotógrafos que
iniciaban con talento y después se desviaban por el dinero, la familia o por
aceptar trabajos que no les gustaban. Yo viví en casa de un colega que aceptaba
fotografiar cosas de moda sin mayor interés. Él decía que con eso podía ganar
dinero para hacer después lo que le diera la gana y al final no lo ha hecho
nunca. Lo más importante es que le pongas amor a todo lo que haces. Si no,
estás perdido. Este señor finalmente ha ganado dinero pero ha perdido el amor
por la fotografía. Cartier-Bresson tenía experiencia y me ha dado consejos, por
ejemplo que no aceptara la propuesta de trabajar en Estados Unidos para Life.
Me dijo que Estados Unidos ha destruido a mucha gente y que me alejara. Y como
es un tipo que me ama y conocía mejor el mundo de la foto que yo, decidí
hacerle caso para no cometer errores innecesarios.
¿Qué condición debe cumplir una imagen para que usted la
imprima?
Si ves mis últimas imágenes son casi todas panorámicas.
Muchos piensan que no hago nada más que eso pero también he fotografiado la
invasión de Praga, que muchos no sabían que eran mías porque no las firmé
durante dieciséis años. Pero eso no me preocupa. Ahora cumpliré sesenta y seis
años, camino bien y he pasado una vida que debo pagar, como todos. No durará
por siempre así que para mí es más importante hacer fotos que tirajes. Ahora,
si hablas de la selección es siempre muy difícil. En este aspecto todos los
fotógrafos cometemos muchos errores, incluido Cartier-Bresson.
¿Cometen errores porque se encariñan con una imagen y se
vuelven acríticos?
Sí. Un acto fotográfico puede ser bastante emocional.
Usted es el curador de su exposición pero ¿no es importante
que ojos externos como los de un editor o un curador evalúen su trabajo?
Es importante que otros vean el trabajo pero el problema es
que no hay tanta gente en la que pueda confiar. Yo tengo un amigo, Robert
Delpire, mi editor, que conoce mi trabajo hace treinta años. Con él he hecho
mis libros y algunas exposiciones. No siento gran respeto por los curadores,
muchos de ellos cuando ya no son curadores y pierden su poder, no significan
nada. Un buen comentario de una curadora fue que los artistas tienen su ego
pero los curadores tienen más ego todavía.
¿Qué le quita el uso del color a la fotografía?
No me
interesa el color en la fotografía.
Cuando hice la serie de 1970, el color era
malísimo, la impresión complicada y la edición en revistas, horrible; un
proceso que no podía controlar, pero ahora las cosas han evolucionado. El
blanco y negro es la abstracción; no la realidad. Yo tomo la realidad pero me
interesa utilizarla para hacer otra cosa lejos de la documentación.
Usted dijo que durante la invasión en Praga vio un milagro
de solidaridad entre la gente.
¿Cree en los milagros ahora?
Seguramente, sí, aunque he estado unas veinte veces en ese
lugar católico que se llama Lourdes y no he visto ningún milagro. Ese de
Checoslovaquia sí lo vi, pero puedo decir que para mí una buena fotografía es
un milagro.
Entrevista por Angélica Abelleyra – Agosto 2003
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