9/08/2012

"Una buena fotografía es un milagro" Entrevista a Josef Koudelka


En estos cincuenta años de estar viendo el mundo ¿cómo se observa hoy Koudelka?

Siempre me interesa más cómo me ven los otros. Debo decir que la primera vez que vi juntas todas estas fotografías en Praga, advertí que viví una época y que tuve una reacción ante ella. Todo este trabajo me dice que soy producto de esa época y al mismo tiempo que mis fotografías fueron una reacción a ese período que viví.

Una de sus series más famosas, cargadas de aventura y anonimato, fue la invasión rusa en Praga. ¿Le ha interesado retratar más sucesos bélicos? 

No. Lo que hice en Checoslovaquia no fue retratar una guerra. Una noche, una amiga me telefoneó y dijo: los rusos están aquí. Mi primera reacción fue no creer que fuera verdad pero cuando abrí la ventana y oí los aviones, comprendí que era cierto. Cogí la cámara, la película y salí a la calle. Lo que retraté en Checoslovaquia fue parte de mi vida, no fotografié una guerra sino mi país. Yo no estaba en Checoslovaquia como un reportero más; estaba allí porque me concernían los sucesos. Nunca antes había hecho fotografía de noticias y nunca he sido reportero.

¿Le importan sólo la gente y los paisajes que tocan aspectos de su vida? 

Me interesa fotografiar todo lo que tiene relación conmigo, siempre y cuando se cumpla la condición que pueda captarlo con la cámara.

En México hay un pueblo en Chiapas llamado San Juan Chamula, donde sus habitantes se niegan a ser retratados porque “les roban el alma”. ¿Qué piensa? 

En Europa hay pocos grupos de personas con la misma opinión. Te cuento: cuando regresé a mi país después de veinte años quería ver todos los lugares donde había hecho fotografías de gitanos. Encontré algunos pero muchos estaban muertos porque hubo mucha enfermedad. Cuando me encontré a un amigo gitano que fotografié cuando él era niño, me dijo: “Josef, tómame una fotografía con mi muchacho”. La tomé y me dijo “Josef, cuando regreses aquí, si estoy muerto, ¿puedes darle la foto a mi hijo?” Como si yo fuera un monstruo que está vivo por siempre. Cierto, la gente puede tener reacciones diferentes frente al fotógrafo. Mi serie de los gitanos fue realizada de 1962 a 1970, en un mundo bastante diferente al actual, donde no había tanta televisión.

Ha dicho que la serie de Praga y los gitanos han sido de pueblos en peligro. ¿Cuáles son ahora esos pueblos en peligro? 

¡El mundo entero está en peligro! Es cierto que nuestro planeta va de mal en peor… pero eso es desde siempre. Hay cosas en el mundo que son horribles y sin embargo hay que tratar de vivirlo bien.

¿Qué puede salvarnos? 

Esa es una respuesta individual. No puedes salvarte ni puedes dar soluciones para otros. En Checoslovaquia decimos: la cosa que es buena para un enfermo puede ser muy peligrosa para un sano.

¿En su caso la risa es un remedio? 

Yo veo cosas horribles en el mundo pero pienso que siempre hay una esperanza. Por eso tengo mis hijos, porque sé que hay esperanza. Me gusta mi vida, me gusta vivir y espero que a mis hijos les suceda lo mismo.

¿Cuándo sabe que un tema en su trabajo fotográfico está concluido? 

Para mí no existen los temas agotados. Lo que existe es la repetición y esa no me interesa ni en la vida ni en la fotografía. He estado encerrado aquí durante diez días en las salas del Museo del Palacio de Bellas Artes y lo importante es que llego a la conclusión de que la exposición deberá estar montada así y no de otra manera. Y aunque sea el mismo número de fotos que en Praga, aquí resultará una exposición distinta por los espacios, las soluciones y por lo que quiero decir.

¿Concibe sus fotos no como piezas individuales sino como parte de un discurso? 

Lo que me interesan son las fotografías individuales. Sin embargo, si ves una secuencia o dos fotos juntas, las coloco así no por capricho sino porque quiero decir algo, lanzar un pensamiento. Al final, lo que digo con las fotos de los gitanos es sobre ellos, sí, pero pienso que también de mí mismo.

¿Qué le dieron el viaje, el exilio? 

Hay cosas en mi vida que no quería que sucedieran, pero ocurrieron. Las he aceptado. Pero ¿sabes cuál es la cosa más importante que puedes aprender de la fotografía? Que del negativo se hace el positivo. Y hay que trasladar eso a la vida y afrontarla así. Lo importante de viajar es que cambias de ambiente. Claro que en todos los sitios hay lo mismo pero si el ambiente cambia, te ayuda a confrontar nueva gente y situaciones para que uno se observe mejor. En mi vida nunca he tenido coche, ni teléfono celular, ni televisión, porque no los necesito. Cada día escucho seis minutos de noticias por la bbc, durante el desayuno. Para mí esto es suficiente para estar informado.

Si no es la tv, la pintura sí es alimento para usted. 

Cuando estaba en Checoslovaquia no sabía mucho de pintura y era el peor en la clase de dibujo. Algunas personas observan cierta influencia de la pintura en mis fotografías pero eso no es consciente. Desde que salí de Checoslovaquia me ha interesado ver pintura en los museos y galerías. Pero ¿mis pintores preferidos? No tengo. Siempre conservo imágenes seleccionadas que son un todo: una obra de Piero de la Francesca, Flagelación, o Las Meninas, de Velázquez, donde para mí todo Velázquez está allí. Finalmente sólo en poquísimas obras existe el todo.

¿Cuando Cartier-Bresson le sugirió “no perder el ojo” significaba no perder la capacidad de sorprenderse, o qué? 

Sí. Y también que él había visto a muchos fotógrafos que iniciaban con talento y después se desviaban por el dinero, la familia o por aceptar trabajos que no les gustaban. Yo viví en casa de un colega que aceptaba fotografiar cosas de moda sin mayor interés. Él decía que con eso podía ganar dinero para hacer después lo que le diera la gana y al final no lo ha hecho nunca. Lo más importante es que le pongas amor a todo lo que haces. Si no, estás perdido. Este señor finalmente ha ganado dinero pero ha perdido el amor por la fotografía. Cartier-Bresson tenía experiencia y me ha dado consejos, por ejemplo que no aceptara la propuesta de trabajar en Estados Unidos para Life. Me dijo que Estados Unidos ha destruido a mucha gente y que me alejara. Y como es un tipo que me ama y conocía mejor el mundo de la foto que yo, decidí hacerle caso para no cometer errores innecesarios.


¿Qué condición debe cumplir una imagen para que usted la imprima? 

Si ves mis últimas imágenes son casi todas panorámicas. Muchos piensan que no hago nada más que eso pero también he fotografiado la invasión de Praga, que muchos no sabían que eran mías porque no las firmé durante dieciséis años. Pero eso no me preocupa. Ahora cumpliré sesenta y seis años, camino bien y he pasado una vida que debo pagar, como todos. No durará por siempre así que para mí es más importante hacer fotos que tirajes. Ahora, si hablas de la selección es siempre muy difícil. En este aspecto todos los fotógrafos cometemos muchos errores, incluido Cartier-Bresson.

¿Cometen errores porque se encariñan con una imagen y se vuelven acríticos?

Sí. Un acto fotográfico puede ser bastante emocional.

Usted es el curador de su exposición pero ¿no es importante que ojos externos como los de un editor o un curador evalúen su trabajo? 

Es importante que otros vean el trabajo pero el problema es que no hay tanta gente en la que pueda confiar. Yo tengo un amigo, Robert Delpire, mi editor, que conoce mi trabajo hace treinta años. Con él he hecho mis libros y algunas exposiciones. No siento gran respeto por los curadores, muchos de ellos cuando ya no son curadores y pierden su poder, no significan nada. Un buen comentario de una curadora fue que los artistas tienen su ego pero los curadores tienen más ego todavía.

¿Qué le quita el uso del color a la fotografía?
No me interesa el color en la fotografía.

Cuando hice la serie de 1970, el color era malísimo, la impresión complicada y la edición en revistas, horrible; un proceso que no podía controlar, pero ahora las cosas han evolucionado. El blanco y negro es la abstracción; no la realidad. Yo tomo la realidad pero me interesa utilizarla para hacer otra cosa lejos de la documentación.
Usted dijo que durante la invasión en Praga vio un milagro de solidaridad entre la gente.

¿Cree en los milagros ahora? 

Seguramente, sí, aunque he estado unas veinte veces en ese lugar católico que se llama Lourdes y no he visto ningún milagro. Ese de Checoslovaquia sí lo vi, pero puedo decir que para mí una buena fotografía es un milagro.

Entrevista por Angélica Abelleyra – Agosto 2003


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