Fotografía de Henri Cartier-Bresson, Paris, 1975 |
¿Se aplican las mismas reglas a la composición en blanco y negro que a la de color?
El color es en realidad una gran distracción para los fotógrafos. En cierto modo, fotografiar en blanco y negro te permite concentrarse más en la composición. Del mismo modo, tu equipo puede complicar las cosas. Con un zoom, podrías vacilar. Si estás fotografiando en blanco y negro, la velocidad es de suma importancia. La forma, el tono y la textura se acentúan en blanco y negro, y si no actúas con rapidez, las sombras se moverán, las formas cambiarán y la composición se romperá.
¿Cómo puedo saber lo que se va a ver bien en blanco y negro?
Cuando se fotografía en blanco y negro, tienes que ser capaz de pensar más allá del color y calibrar los tonos en una imagen. Esto es crucial para el éxito de las imágenes tanto como el balance y la combinación de tonos afecta el ambiente en general de la fotografía. Si no dispones de un rango equilibrado de oscuridad y luz, la imagen puede parecer plana y poco interesante. Para mí, la fotografía en blanco y negro tiene la capacidad de capturar la imaginación de maneras en que el color no puede. Tiene un poder evocador que permite una ligera distancia con el sujeto.
¿Existen combinaciones de colores que sean difíciles de capturar en blanco y negro?
Creo que la fotografía en blanco y negro debe ser percibida como una liberación de la distracción del color, no como una dificultad práctica que haya que ser dominada. Es cierto que algunas de las cualidades tonales son difíciles de capturar (azul y amarillo se ven muy parecidos en blanco y negro, por ejemplo), pero siempre y cuando tengas un conocimiento de la tonalidad y el efecto que esto tiene en tu imagen, en última instancia, la ausencia de color te da la liberad de concentrarte en lo que estás tratando de capturar.
Yo estoy (poco a poco) aprendiendo a pensar en blanco y negro y quiero ampliar los límites. ¿Cuáles son las ventajas de fotografiar un gran paisaje en blanco y negro?
Las imágenes en blanco y negro, sobre todo los paisajes, te permiten jugar con los espacios y escalas, así como con el tono y la textura. Mientras que la fotografía a color puede ir en detrimento de tus líneas de perspectiva, el blanco y negro las enfatiza. Esto crea un sentido gráfico de escala y tamaño que, junto con la detallada textura en primer plano y una amplia gama de tonos por todas partes, a menudo pueden producir una imagen realmente sorprendente.
Por The Guardian, 27 de octubre, 2007
Traducción de Juan Carlos Villavicencio
La fotógrafa que aprendió a decir ‘no’
La fotógrafa que aprendió a decir ‘no’
En las postrimerías de su vida, Henri Cartier-Bresson (HCB) resolvió abandonar la fotografía y entregarse cual cristiano renacido a la pintura, arte absoluta que, en un canto de sirena tardío, prometía colmar su pulsión estética.
Antes de cambiar la película por los pinceles y los bocetos, el fotógrafo había roto otras nupcias: las que le unieron a una bailarina de Java, Ratna Mohini. El vacío resultante sería cubierto por una fotógrafa tímida, elegante, belga francófona pero con educación anglosajona, que acabaría siendo su confidente, su albacea y la perpetuadora de su memoria y legado: Martine Franck.
El pasado jueves 15 de Agosto del 2012, Franck (Anvers, 1938) sucumbió a una larga enfermedad después de haber vivido una fecunda vida entregada a su pasión que le permitió sobrepasar su condición de viuda de HCB y dejarnos un archivo valioso de retratos, reportajes documentales y escenas costumbristas y paisajísticas.
Hablar de Martine Franck, miembro de la agencia Magnum desde 1980, implica hablar de generosidad. Su entrega radica en que, más allá de su propia aportación como fotógrafa, realizó un esfuerzo ímprobo para gestionar la memoria, el conocimiento y los archivos del cofundador de Magnum Photos y del fotoperiodismo moderno. Fue ella quien creó y presidió, apoyada por su hija Mélanie, la parisina Fundación Henri Cartier-Bresson, un notable ejemplo de gestión cultural que, al igual que la Maison de la Photographie Robert Doisneau de Gentilly, ha sido desde sus orígenes lugar de gozosa peregrinación para los estudiosos de la fotografía.
Entre Henri y Martine se produjo un trasvase de cariño y experiencias, pero también de conocimientos. En una entrevista de 2010 con Mark Bussell, exeditor de fotografía de The New York Times, Franck señalaba que el maestro de la fotografía documental le había enseñado a decir no, es decir, "a ser selectiva y no mostrar nunca imágenes que no quisiera ver publicadas".
Si se revisa el archivo disponible en Magnum o se hojea, por ejemplo, las monografías publicadas por Actes Sud (Venus d'Ailleurs, Fables) es imposible no llegar a la conclusión de que, efectivamente, supo elegir con mimo las imágenes que quería captar y los negativos que quería dar a luz.
Su dedicación a la imagen hay que atribuirla a una amiga de la infancia, la dramaturga Ariane Mnouchkine, con quien empezaría a fotografiar las giras del Théâtre du Soleil. Como recoge la periodista Annick Cojean en su introducción al volumen de la colección clásica Photo Poche, su viaje en 1962 por Afganistán, India, China y Japón sería fundamental para determinar la vocación de Franck, que antes había estudiado arte en la Universidad Complutense de Madrid y en la Escuela del Louvre.
Durante su carrera, no solo trabajó como freelance para varias publicaciones (Life, Fortune, Vogue, The New York Times), sino que fue miembro de la Agencia VU' y cofundó la agencia Viva.
Además de sus proyectos teatrales, entre los que destacan el que hizo sobre el montaje de Bob Wilson de las Fábulas de La Fontaine para la Comédie Française, Franck se volcó en sus reportajes por Oriente, donde abordó temas como la serenidad de la vejez, la religión tibetana y los esfuerzos de emancipación de la mujer. Su cámara le permitió también testimoniar la transformación de su Francia adoptiva y describir la sociedad de EEUU, Irlanda y el Reino Unido, en un estilo documentalista heredero del de su mentor.
Wayne Ford la entrevistó para Creative Review con motivo de su retrospectiva de 35 años de trabajo en la galería Hackelbury de Londres. Del diálogo se deduce no solo la sensibilidad de Franck, sino su lucidez a la hora de anticipar, en 2001, el declive del fotoperiodismo impreso. 'Los periódicos de ahora", dijo entonces, "son un desastre absoluto, ya no trabajamos para ellos."
Su última gran exposición fue la titulada Venidos de fuera. Pintores y escultores en París desde 1945, el pasado invierno en la Maison Européene de la Photographie de París. Era su homenaje a Francia como tierra de acogida de artistas e intelectuales exiliados y un ejemplo de un proyecto vital que le llevó a fotografiar a Balthus, Foucault, Chagall, Giacometti, Kertéscz y Strand, entre muchos otros. En la pasada primavera volvería a ser expuesta en la galería Claude Bernard.
Quizá su imagen más simbólica es la que tomó en París en 1992. De espaldas, reflejado en un espejo colgado de una ventana, aparece Cartier-Bresson mientras dibuja su propio retrato: una metáfora limpia y romántica repleta de referencias.
De la huella que Martine Franck despertó en la comunidad fotográfica, sirva como muestra esta frase de Jean-Jacques Naudet, redactor jefe de Le Journal de la Photographie: "El bosque de las almas a las que hemos amado y admirado se hace más espeso".
Tomado de: Descontexto |
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