Si en 7.7 pusiéramos un titular a la entrevista, aquí arriba debería constar, en letras de molde, que Bruce Gilden dijo: “No me gusta el fotoperiodismo”. Bruce, además de ser un maestro de la fotografía callejera y una de las estrellas de la agencia Magnum, tiene una visión muy particular de cómo hacer fotos, por qué y para qué. Es muy ilustrativo verlo en acción: camina por la calle, ve un personaje, se le planta a medio metro, y tira una única foto, con flash. Interacción cero, con grandes resultados y un montón de detractores y de admiradores de su método. Bruce es así: un hombre con vocación de polemista con un estilo único para hacer fotoperiodismo, eso de lo que reniega.
¿Qué piensas sobre nuestro lema, “No nos importan las fotografías, sino las historias”?
Para mí, es una pregunta difícil de responder, porque no me gusta el fotoperiodismo. Empecemos por ahí. Además, a mí me importa la foto, no me importan las historias. No, bueno, me importan las historias, pero lo que yo quiero es que cuando veas mis fotos como espectador, las fotos te lleven a inventar pequeñas historias, porque yo creo que mis fotos son más fuertes que el fotoperiodismo. Cuando con una foto inventas tus propias historias, y éstas funcionan, entonces las fotos hablan de la vida.
¿Por qué no te gusta el fotoperiodismo?
Porque es demasiado literal. Y tampoco creo que el fotoperiodismo cambie nada. Todavía tenemos guerras, todavía tenemos todas esas cosas, así que… Como dijo Cartier-Bresson, uno de los fundadores de nuestra agencia: “Los hechos en sí mismos no son interesantes, sino la mirada subjetiva de esos hechos”. Estoy parafraseando, pero es lo que quiso decir. Estoy de acuerdo en que el punto de vista del artista o del fotógrafo es importante. Tiene más sentido que ver a un chico morir en África... Eso no me importa en lo más mínimo: para ser franco, no me interesa. Estamos totalmente invadidos por imágenes así, y cuantas más imágenes vemos de chicos muriéndose o hambrientos, más daño se hace a la causa, porque la gente empieza a darle la espalda y pierde el interés.
Con tu proyecto sobre expropiaciones sí has hecho fotoperiodismo.
Es el único proyecto fotoperiodístico que hice. Y lo hice porque Magnum les daba dinero a fotógrafos que tuvieran proyectos para hacer en Estados Unidos. Así que empezó como un proyecto de dos semanas auspiciado por Magnum. Pero en un momento de lucidez, pensé: ¿qué puedo hacer en dos semanas? Iba a hacer un trabajo sobre las diferentes poblaciones minoritarias de Florida. Soy judío, así que pensé en trabajar sobre los americanos judíos, gente de color, cubanos y asiáticos, pero me di cuenta de que no me gusta ir a hablar con la gente y que tendría que hacer contactos para poder ir, y no podría hacerlo en dos semanas, y probablemente me aburriría… entonces empecé a fotografiar en la calle.
Pero hiciste mucho más que fotografiar en las calles.
Entrevisté a mucha gente en Florida sobre qué opinaban sobre las expropiaciones, y fotografié muchas casas. Así que me interesé mucho en el tema, invertí mi propio dinero y me fui a Detroit por dos semanas y media para continuar con esto, y luego a California. Es decir, ha sido un trabajo de estilo fotoperiodístico. Pero también soy lo suficientemente inteligente como para saber que nada va a cambiar: la gente que tiene dinero lo va a seguir teniendo, los de Wall Street van a seguir arruinando a los de abajo. Uso mis propios medios para decir lo que quiero decir, pero sigo teniendo la lucidez necesaria como para saber que nada va a cambiar: puedes mostrar todos los niños hambrientos que quieras, pero nada va a cambiar.
¿Entonces por qué has hecho fotografía documental?
Porque tengo ganas de hacerlo, por eso hago las cosas. No tengo que pedirle permiso a nadie y no tengo que complacer a nadie. Lo hago porque quiero hacerlo.
Has estado muchos años haciendo fotografía en las calles de tu ciudad… ¿cuántos? ¿25 años?
No, 40. Bueno, no en las calles de Nueva York, pero sí trabajando en la ciudad. En las calles, 29.
Vale, hace 29 años que estás trabajando haciendo fotografía callejera en tu ciudad. ¿Por qué lo sigues haciendo, después de tanto tiempo? ¿Qué es lo nuevo que puedes sacar? ¿No te aburres?
Sí, ella se aburre, parece aburrida… [NdE: se refiere a una de las entrevistadoras] (Risas). No, tienes razón, seré honesto contigo: es por eso que quiero viajar más.
Entonces, ¿por qué sigues haciéndolo?
Para mantenerme en forma. Para estar listo para el momento clave. Pero tienes razón, estoy aburrido, es verdad. No puedo negarlo, tengo que ser honesto.
Tienes una técnica fotográfica muy particular en tus trabajos. ¿Qué quieres mostrar de Nueva York y de la gente que fotografías en la calle a través de esa técnica?
La gente que ves en mis fotos son símbolos de lo que veo. No es “esa” persona, es “una” persona o un tipo de persona. Y para mí, eso muestra visualmente mis sentimientos con respecto a la ciudad, muestra las calles, la ansiedad, la energía y la velocidad. Además, creo que mis fotos hablan de los problemas de la sociedad: de los efectos que tiene en la gente el hecho de vivir en sociedad. Y… mira, no creo que el mundo sea un gran lugar… No es un lugar horrible, es sólo que… ya sabes, hay cosas que deberían cambiar.
El mundo es mucho más terrible en África que en Estados Unidos.
No sé, nunca estuve en África (risas).
Si quieres mostrar cuán duro es el mundo, ¿por qué no vas a fotografiar a esos lugares? Imagino que alguien que trabaja para la agencia Magnum tiene la posibilidad de escoger dónde trabajar.
Sería demasiado obvio. Leí un libro de 900 páginas sobre África, sobre quién jode a los africanos. Y no somos sólo nosotros, es también su propia gente. Hice un libro en Haití, ¿sí? Les damos dinero, el mundo le da dinero a Haití, y luego… La primera vez que puse un pie en ese país, dije: “¿A dónde fue todo ese dinero?”. Pero eso también comienza en occidente. Me interesa más occidente, el mundo civilizado.
¿Has salido a fotografiar en Haití de la misma manera que lo haces en Nueva York?
Sí, no cambio nada. Lo único que cambia es el lugar.
Es algo importante.
Sí, pero sigue siendo la misma visión del mundo. Si miras a través de mis libros, verás que es una visión bastante consistente. Busco el lado oscuro, no el lado iluminado. Porque estoy fotografiándome a mí mismo. Así que no importa dónde me tires, tendrás una visión similar. Algunas fotos serán más fuertes, otras menos fuertes. También tienes que entender que… bueno, no tienes que entender, pero fotografiar en lugares como Haití o África o lo que sea es mucho más fácil que hacerlo en Nueva York. Nueva York tiene muchas complicaciones: la velocidad, el sonido… pero si vas a África, es como si estuvieras tomándotela con ellos, están indefensos. Jamás he tenido ni una pelea en Haití en nueve meses de viajes. Puedo hacer lo que quiera. Soy como el americano feo. Intenta hacer lo que quieras en Nueva York, o en cualquier lugar de occidente, y verás…
Vale, entonces aquí viene la pregunta acerca de la ética en tu forma de trabajar…
No tengo que disculparme con nadie acerca de mi forma de trabajar.
No estamos pidiendo ninguna disculpa…
Estoy haciendo algo que creo que es positivo. Estoy haciendo buenas fotos, así que no me importa lo que los demás piensen. No me preocupa. No necesito responder a esa pregunta. Pienso que a veces la gente con ese punto de vista… Siempre uso este ejemplo: vi a un tío en Coney Island al que le faltaba parte de la barbilla y le hice una foto, y sé que la mayoría de los que vean esta foto dirán: “Por dios, ¿cómo te acercaste a una persona así y le tomaste una foto?”.
Pero lo cierto es que hablé con él durante 15 minutos, estaba sentado con dos mujeres y le dije: “¿Puedo tomar una foto de tu rostro desde cerca?”. Él dijo: “Claro”. Pienso que proyectamos lo que creemos que está mal. Puede que la persona no piense como yo pienso, o que yo no piense como él, quizás él se siente amenazado por mí, o yo por él, o lo que sea. Y la forma en que uno se siente con respecto a la vida es lo que proyecta, pero no todos piensan de la misma manera. La mayoría de la gente que he fotografiado se siente bastante cómoda. Considerando todas las fotos que he tomado en mi vida, las personas que se han enojado son un porcentaje muy, muy pequeño. Pero es interesante, porque con una filmadora o una gran cámara, no se siente una amenaza tan fuerte como con una cámara pequeña, que suele ser vista como un instrumento de espionaje. Así que si soy invasivo y digo “estoy en tu cara”, algunos piensan que estoy tan cerca que no los estoy fotografiando a ellos. No les importa porque, al menos, estoy ahí. No estoy espiando.
Mi pregunta, en realidad, era por qué usas esa técnica cuando te relacionas con la gente y tomas fotos tan de cerca…
Vale. La cuestión no es cuán cerca estás, es cómo usas lo que tienes. Asumes que yo molesto a la gente, pero no creo que lo haga. Además, conozco a un montón de fotógrafos de guerra y a un montón de fotógrafos “humanitarios”, y son los peores seres humanos del mundo. Son los más egoístas, egocéntricos… créeme.
¿Más que tú? (risas)
Tengo mi ego, pero me parece que lo tengo controlado. Quiero decir: si vas a hacerme preguntas que yo pienso que van en la vía equivocada, voy a responderte. Tú me haces preguntas, vas en una dirección y yo no creo en esa dirección. Simple. Así que te respondo: para hacer buenas fotos, tienes que tener ego.
No queríamos criticarte de ninguna manera…
No, está bien. Es sólo que estoy cansado, es mi cuarta entrevista hoy, he trabajado todo el día, tengo jet lag, estoy cogiendo un resfriado… ya sabes, estoy cansado. Y cuando aprietas ciertos botones… pero está todo bien, no me estoy volviendo loco, sólo estoy cansado.
Al elegir esta técnica (el flash, los primeros planos), ¿qué intentas conseguir, cuál es tu objetivo?
Esa es mi visión. Quiero sacar el alma de algo. Quizás quiero volver a mi padre, o lo que sea (risas).
¿Sientes una afinidad hacia las personas que fotografías?
Por supuesto, me caen bien.
Probablemente, es diferente en Haití y en Nueva York…
Es diferente, pero me caen bien los haitianos que he fotografiado, también. Si no me gustaran, no lo haría. Fotografío donde me siento cómodo. Por ejemplo, en Japón, donde fotografié a los Yakuza (mafia japonesa), ellos me trataron muy bien. Por supuesto, tuve peleas una que otra vez, porque siempre hay alguien a quien no le gusta lo que haces, pero suelo tener un buen trato. No busco sacar la mierda de nadie. Si vas a Haití –donde no he estado desde hace 14 años-, y vas a la zona donde trabajé, que es la zona más pobre de Haití, verás que me adoran. Y yo los quiero a ellos. Tuvimos una gran relación. ¿Te parece que yo podría estar aquí sentado, a los 63 años, con mi cara intacta, trabajando de la manera en que trabajo, si no hiciera sentir cómoda a la gente, si ellos no estuvieran cómodos conmigo?
Probablemente, no.
Soy muy espabilado, leal cuando debo serlo. Soy muy amable, muy honesto, pero sé… Soy muy intuitivo. Tengo que juzgar si una situación es peligrosa, tengo que analizar si estoy caminando por una calle y tengo que irme si veo que veinte tíos van a asaltarme. Todavía me sorprende que, en Haití, he estado por ahí a las 5 de la mañana, en la oscuridad, en el área más pobre… cualquier podría haberme dado en la cabeza, o robado mi dinero o mi cámara, pero siempre me he sentido cómodo. Y no puedo hacer eso en el Bronx, en Nueva York. Ya sabes, siempre tienes que echar un vistazo a cada lado. De eso se trata. No importa si eres un fotógrafo de guerra, un fotógrafo humanitario… no importa quién seas, siempre debes ser lo suficientemente inteligente como para mirar a ambos lados. Los que son lo suficientemente inteligentes, continúan trabajando, y los otros reciben un golpe en la cabeza o terminan muertos. Es simple. Y me siento afortunado. No soy un mártir. Solo hago lo que hago.
Has dicho que con la forma en que trabajas en la calle, intentas captar el alma de la gente. ¿Cuál es la diferencia entre trabajar en la calle y hacer retratos convencionales en un estudio?
Lo encontraría más artificial. He trabajado en estudio, he hecho anuncios para Nike, como “Team USA” o “Team China”, acabo de terminar uno para Diesel, he trabajado para Laverne James…
¿Y crees que la esencia del sujeto al que fotografías en el estudio es más artificial que la esencia del que está en la calle?
Es diferente: uno es más comercial, y el otro no lo es. Cuando trabajo en estudio, tengo que fotografiar al sujeto, quiera o no. Hago mucha fotografía de moda, y está bien, pero para mí no es lo mismo que trabajar en las calles. Mucha gente me ha dicho: “Me encanta ‘The American West’ de Richard Avedon”. A mí no me gustan esas fotos. El libro es hermoso, es decir, está muy bien impreso, la técnica es preciosa pero, para mí, es todo bastante artificial. Porque estás sacando a alguien de su ambiente y lo estás metiendo en un estudio o con un fondo de papel blanco. Para mí, aunque trabajo muy cerca del sujeto, el fondo es muy importante en mis fotos. Pueden hacer o estropear una foto. Así que si tienes suerte –y cuanto más trabajas, más suerte tienes-, todo se une. Cuando no estás de suerte, justo se te cruza alguien que te arruina la foto, y tú ni siquiera lo habías visto.
Creo que una buena foto tiene que tener un buen y emotivo contenido, y una buena forma. Si metes a alguien en un estudio, es artificial. Habiendo dicho esto, debo decir que he visto fantásticas fotos de estudio; Avedon, etc., han hecho un gran trabajo. Pero no es lo que yo quiero hacer. No es quien soy. Me gusta caminar por la calle, girar en la esquina y no saber qué voy a ver. Me gusta ver a alguien a quien quiero fotografiar. Pero ¿sabes cuánto tiempo tienes que pasarte en la calle para cruzarte con cosas que te resulten interesantes? No sucede muy a menudo.
Esa fue nuestra última pregunta, Bruce. Muchas gracias por la entrevista.
Gracias a vosotros. Y para terminar, quisiera decirte que si tú crees en lo que crees –y sé que crees en lo que crees-, sé que viene de un buen lugar. No son preguntas tontas, y sabes que son buenas preguntas. Así que respeto eso, porque no quisiera que cambies por mí, ni yo voy a cambiar por ti (risas).
Vale.
No, en serio, estoy bien, sólo estoy cansado. Me alegro de que la entrevista haya terminado, porque ya no me queda voz (risas). Y lo único que me asusta es quedarme sin voz. No porque tenga que hablar, sino porque tuve una traqueotomía cuando tenía 5 años, e inconscientemente me vuelvo un poco loco.
Por Alejandra Cukar y Edu Ponces
No hay comentarios:
Publicar un comentario